Antes de hacer borrón y cuenta nueva con el año que empieza, me puse a pensar qué cosas habían sido las mejores para mí del 2014. Aunque fue un año muy convulso, de muchos cambios forzados y forzosos, una de las mejores experiencias fue realizar un viaje a El salvador, con la ONG gallega Agareso. Me considero fotoperdista y adoro mi profesión, aunque sea tan díficil poder vivir de ella. Un viaje así te da la oportunidad de dedicarte en cuerpo y alma a intentar comunicar. Aunque aquí también se pueden hacer cosas, el hecho de poner ‘tierra de por medio’, sobre todo cuando estas un poco perdido -en mi caso, por haberme ido al paro- e irte a otro sitio completamente diferente al tuyo con el único propósito de trabajar hacen que el resultado sea una catarsis ya no solo en el plano laboral, sino personal. Mucho más, si en ese trabajo va aparejado un compromiso.
Y, ¿qué fue de lo mejor de ese viaje? Conocer a Cristóbal.
En una calle de la ciudad de Tecoluca, me llamó la atención una pequeña tienda de fotografía, se llamaba ‘Foto Kristobal’ y decididí entrar a conocerla. Allí conocí a Cristóbal, un compañero de oficio, que a pesar pasar los ochenta años seguía abriendo su tienda día tras día, ya que en El Salvador no existe el concepto de jubilación, por lo que los mayores a pesar de llevar toda su vida trabajando tienen que seguir haciéndolo o vivir de la ayuda de sus hijos.
Imágenes de la calle donde Cristóbal tiene su estudio.
Cristóbal me enseñó su pequeño y humilde estudio, que consistía en una pequeña transtienda con fondos coloridos y hasta un pequeño cuarto oscuro donde antiguamente revelaba, hecho con una estructura de madera y bolsas de basura negras. En su interior tenía una ampliadora y la clásica bombilla roja. También me enseño parte de su trabajo analógico, que conservaba con cariño en una caja de cartón y donde demuestra sus dotes de artesano y la teoría de que con imaginación todo es posible. Así, en los retratos pintaba por encima para mejorar la foto, igual que se hacía en España por aquel entonces pero lo que más me llamó la atención es que incluía joyas en los retratos de mujeres: pegaba litetalmente pequeños adornos de bisutería a modo de pendientes, algo que yo no había visto nunca. Además, hacia auténticos montajes de figuras y fondos, en los retratos de cuerpo entero de estudio, recortaba pacientemente a los modelos y los pegaba sobre otros fondos.
Otra cosa que me impactó de Cristobal fue su mirada blanquecina pero llena de vida. En El Salvador es común ver a los mayores con cataratas, en nuestro país se soluciona con una operación rutinaria mientras que allí no queda otra que convivir con ella. Esta mirada viva y su aspecto joven, fuerte y sano contrastaban con su edad y la vida dura que llevó en un país castigado, primero por una guerra civil interminable y luego por la pobreza y supeditación a Estados Unidos, como país de mano de obra barata.
También me llamó la atención su tremenda timidez al enseñarme su trabajo, su rubor al expresar mi admiración por el. No puedo más que hacerle este homenaje y agradecerle su hospitalidad. Cristóbal es un ejemplo de que con muy pocos recursos se pueden hacer muchas cosas, porque lo importante es eso: la voluntad de hacer. Va por ti!
Reportaje completo de El Salvador: albasotelo.com/el-salvador/
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