En la casa ya solo vive la niebla. Igual que de un sueño del que te despiertas de golpe y del que huyes dejando la cama revuelta, allí se quedaron los bloques de piedra y las vigas, abrazados por hiedras, como último consuelo dulce de la naturaleza con ellas, antes de desaparecer. La niebla fue ocupando el espacio que deberían haber ocupado las personas y sus proyectos, ahora la casa es suya y pronto la casa se irá con ella al lugar donde van las promesas que nunca llegaron a ser hechos. Los graffitis se quedaron como adornos de la desolación, como la ironía del color que pretende ganarle la batala a la muerte.
Y es así como la crisis llena cada vez más de niebla los ladrillos.