Creo que coger de vez en cuando la cámara analógica es un ejercicio sano que cualquier fotógrafo debe hacer. Muchas veces los fotógrafos sobrevaloramos la tecnología, si bien es cierto que un mejor equipo siempre juega a tu favor, sobre todo si la foto es tu profesión, muchas veces nos olvidamos que para hacer buenas fotos no hace falta «tanto», ni disparar como animales. Entrecomillo el tanto no porque crea que fotógrafo puede ser cualquiera, por desgracia la nuestra es una profesión en la que el intrusismo está a la orden del día… Todos hemos oído aquello de «Mi primo hace unas fotos cojonudas», muy bien, «que venga tu primo y fotografíe sin posibilidad de error un accidente, un incendio, una boda… Así mismo, que tu primo declare sus trabajos de fotografía y pague IVA». Aunque si creo que existe un montón de fotógrafos aficionados que pueden llegar a ser profesionales por su dedicación y esfuerzo, la democratización de la tecnología ha creado una especie de intrusismo salvaje de gente acomodada, con otros trabajos y muy echada «palante» que se dedica a reventar trabajos, digo yo que sino eres profesional, no hagas fotos profesionales tales como evento. Pero ese no es el tema de post.
Reflejos de luces en un 50mm.
Ser fotógrafo es una cuestión de mirada, no de equipo. Por eso, un buen fotógrafo puede hacer buenas fotos con su móvil, con su cámara analógica y con su cámara profesional. Sin embargo, no nos engañemos, aunque cada vez los móviles son mejores y se están cargando el fotoperiodismo (esos redactores de periódicos que cada vez hacen más fotos), una cámara siempre seguirá siendo una cámara, como al escritor el bolígrafo.
La mirada se entrena y, sobre todo, se trabaja. A no ser que seas un «primo» iluminado que no necesite de paciencia sino que el arte le venga de serie, necesitas hacer muchas fotos y buscar de qué forma te expresas mejor. Y esa búsqueda es puro trabajo. Me gusta pensar en los fotógrafos de la vieja escuela, que solo iban con un cuerpo y una lente fija, axexando*. A veces, necesito hacer ese ejercicio de purificación, sobre todo si he tenido una época de disparar mucho y muy poco «a gusto». Salir con una sola lente, muy poco peso, y pasear, vivir! Porque la fotografía está relacionada con la vida, con lo que pasa, lo que queremos congelar. Es una forma de pensar más las tomas, de no disparar a lo loco. Si bien este ejercicio puede hacerse con una cámara digital, vamos al meollo de la cuestión y aquello por lo que nos pirra tanto a los fotógrafos lo analógico: la textura.
*Axexar: palabra gallega que significa acechar, atisbar según la RAG.
La foto analógica parte de un principio fotoquímico simple, una vez que la luz se cuela en nuestra cámara, reacciona con los líquidos presentes en la película, especialmente con el halogenuro de plata, que es lo que luego genera la imágen. Por tanto, la base de la fotografía analógica es todo lo contrario a la homogeneidad, se basa en la reacción de los líquidos. En la fotografía digital, en lugar de la imagen «imprimirse» sobre una película, un sensor fotosensible llamado CCD transforma la luz en una señal digital. Podemos decir que en el analógico la base es «el punto», y en la digital «el píxel». El píxel por ser cuadrado, resulta ideal para otras cosas, todo depende de tu intención, es genial para hacer fotos de arquitectura o para trabajos en los que necesites mucha definición. Sin embargo, el punto, permite esa menor nitidez, una especie de nebulosa que en ocasiones se convertir en un aura mágica. Un claro ejemplo es la forma de captar la piedra en analógico y en digital, no tiene nada que ver, así como el color blanco quemado en ambos formatos, son totalmente distintos.
Esa textura nos transporta también en el tiempo, es la textura de la nostalgia. Las fotos analógicas también están relacionadas con lo casero, con los álbumes viejos, las fotografías antiguas que tenemos por casa, esas pocas que conservamos de cuando éramos pequeños. Un poco inconscientemente, me acabo de dar cuenta que siempre que cojo mi analógica acabo retatrando mi casa, mi familia, mis gatos, mis viajes… Será porque quiero hacer ese esfuerzo porque permanezcan en el recuerdo, físicamente, y no apilados en el interior de discos duros y DVD’s.
Aquí os dejo una galería de fotos analógicas que he hecho con mi nikon FM2 y un 85mm 1.4.
Trabajo de Foto Fija en el mediometraje Idiotas :
Fotos de andar por casa (las que salgo yo fueron hechas por Fran Estévez, y viceversa)
Boda de Joel y Paloma, muy buenos amigos en los que en su boda quise quemar un carrete 😉
La primera de las fotos es de Elliott Erwitt:
y la segunda creo que de Marcelo Buainain:
http://www.novaphotographia.pt/2013/05/marcelo-buainain-omame.html
En cuanto al debate, para mi es cuestión de gustos. La comodidad del formato digital ahora mismo supera cualquier desventaja que pueda tener. Sólo tener que pagar el revelado (o hacerlo yo), escanear las fotos… ¡Qué pesadilla! Pero como digo es cuestión de gustos, entiendo que haya gente que prefiera la fotografía analógica y lo respecto, mucho más allá del debate técnico.
En cuanto a la cuestión de la nostalgia, puede que sea así en nuestra generación, que nacimos y crecimos con lo analógico. Los que nazcan ahora…
Toda la razón, corrijo!
Claro, yo no digo que la prefiera, solo que de vez en cuando está bien cogerla, lo digital tiene también muchas ventajas 😉
¡Correcto, Alba! 😀
Lo que sí me gustaría tener de la fotografía analógica es la pausa, hablando siempre de cuando se usa en un trabajo personal (siempre que se use así, claro). Pero no veo imposible trasvasar esa pausa de lo analógico a lo digital. Y por pausa me refiero a sacar menos fotos y menos apresuradamente, e incluso tomarnos la edición posterior con más calma…
Qué textura!